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El valle de los muertos callejeros
Mariano Cabrero B�rcena - 08.06.2010 11:50

Mariano Cabrero: "Donde existen enfermedades de todos los colores- dolores, dir�a uno-, y la muerte les acecha a cada instante: son sus vidas un castigo persistente, pero son felices, y a su manera, reparti�ndose sobras de comidas recogidas entre las basuras de contenedores de sus vidas, pues le dan de comer, y acompa�ando sus viandas...con el consabido �tetrabik� de turno...".

Morir siempre es triste...
Morir siempre es triste...

Fotograf�a actualizada del autor
Fotograf�a actualizada del autor


�Vivimos en el valle de los muertos callejeros�, me dec�a un viejo amigo -indigente hoy-, que fue antes un estupendo m�dico, y que, hab�a ido a dar con sus huesos contra las baldosas de las calles, como consecuencia de un desafortunado desenga�o amoroso, que la caus� un tremenda depresi�n, de la que nunca jam�s lleg� a salir. Y continu� dici�ndome: �Aqu�, y en el valle de los muertos callejeros, todos somos felices dentro de nuestras vidas sin rumbos fijos. Alguno de mis compa�eros fallece, cogido fuertemente a cartones y trastos viejos que se incendian con poco calor, con el calor que puede dar una colilla de tabaco...�.

Me asombro y me pregunto todos los d�as del a�o...qu� cuantas personas viven -mal viven- en el valle de los muertos callejeros, donde existen enfermedades de todos los colores- dolores, dir�a uno-, y la muerte les acecha a cada instante: son sus vidas un castigo persistente, pero son felices, y a su manera, reparti�ndose sobras de comidas recogidas entre las basuras de contenedores de sus vidas, pues les dan de comer, y acompa�ando sus viandas...con el/los consabido/os �tetrabik� de turno: de alcohol, que no de vino, del que tan s�lo conservan el color de �ste. �l-mi amigo-me comento: �En nuestra comida diaria no nos puede faltar el �tetrabik� de turno, pues nos hace olvidar nuestras penas y miserias (que no son pocas): de esta maravillosa bebida sacamos las fuerzas necesarias para seguir viviendo-nuestras muertes vivientes-,y nuestras mentes son transportadas a ese mundo maravilloso de los sue�os-donde todos somos iguales-, de los sue�os de �Las_mil_y_una_noches� .Maravillosos sue�os y noches,noches y sue�os�.

Terrible mensaje de este mi amigo, desdichado y abandonado por los suyos, que me ha explicado- de una manera expl�cita y verdadera-, lo que siempre he tenido en mente: no morimos por ser ricos o pobres, sino, y sencillamente, porque...estamos vivos y necesariamente tenemos que fenecer.

�Hoy tengo un mal d�a! �Todo lo veo negro! �Me duele el coraz�n!, solemos decir, como si dicha v�scera muscular fuera capaz de detectar dolores. Dentro de estas afirmaciones y otras similares llevamos inserto un mundo de miedos (fobias, muchas veces): miedo al amor, al infarto de miocardio, al c�ncer, al SIDA (S�ndrome de Inmune-Deficiencia Adquirida), miedo a perder la cabeza, miedo al sufrimiento, miedo al dolor. Todos estos temores que nos amenazan�en los proleg�menos del siglo XXI�al mismo tiempo, nos conducen inevitablemente al gran miedo que todos llevamos dentro: nuestro miedo a la muerte.

Mas en �El valle de los muertos callejeros� no tienen miedo a la muerte, porque conviven todos los d�a con ella, y saben perfectamente que ellos-los mendigos, desheredados de la fortuna-, son -a su manera una-, una especie de instrumentos desafinados que, aunque en el gran teatro del mundo interpretan sus papeles de forma y manera incompleta porque est�n sus cerebros destemplados, llevan todos unas gafas invisibles para poder mirarse los unos a los otros con los ojos humildes del ser humano: esos ojos afectuosos que miran y perdonan todo, eso ojos afectuosos que siempre tienen l�grimas para los dem�s, esos ojos afectuosos que permanecen abiertos durante el d�a y la noche para expresar perd�n y comprensi�n para los dem�s...

La sociedad que nos ha tocado vivir tampoco nos ayuda precisamente a superar estas barreras del intelecto. Pensamos y actuamos, como seres humanos que somos. Y es que la panor�mica mundial es problem�tica: guerras fratricidas, violaci�n de mujeres�con resultado final de muerte� y sus derechos, malos tratos ps�quicos y f�sicos a menores, detenci�n ilegal de menores...que desaparecen para siempre, etc�tera, etc�tera. Bajo este contexto, es l�gico que nuestro estado de �nimo se deprima, am�n de que nuestra cotidiana vida est� llena de preocupaciones, desasosiegos e inquietudes que degeneran en un estado de ansiedad y, que al final, concluyen en la tan temida depresi�n: el mal ps�quico de nuestro siglo XXI.



Uno de estos muertos callejeros que viven en el valle, una vez me susurro al o�do-ellos casi siempre hablan bajito- : � Me paso pidiendo limosna todos los d�as -durante eternas tardes ,ma�anas, noches-, llorando mi coraz�n l�grimas de invierno, porque la gente ha perdido su humanidad , y un se va olvidando de comer porque el est�mago se me encoge poco a poco, y muchas veces con pan, un poco de agua y mucho vino-barato y trasnochado-, sue�o con la �Diosa Fortuna�), y apago mis penas con el alcohol de ese vino barato y trasnochado. Porque en los tiempos actuales, el comer es un privilegio de los ricos...�.


[�]Era tarde y ten�a mucha prisa. Poca gente circulaba por la calle; s�lo un hombre sentado sobre las escaleras de un portal, quien me dijo: ��Eh!, escuche��. Par� mis pasos, pregunt�ndole: ��Le ocurre algo?�. Cruzamos nuestras miradas, mientras sosten�a en sus dedos un cigarrillo apagado, dici�ndome: ��Me da fuego?�. Yo no fumo, le contest�.

�Qui�n ser�a aquel personaje? Vest�a ropas cansadas por el tiempo, sin afeitar, y tendr�a sobre setenta y siete a�os. Volviendo sobre lo andado, le dije: �Tome, tome�cien pesetas�. No pido limosna y nunca la he pedido, me contest�. Para enmendar mi anterior error, continu� dici�ndole: ��Quiere tomar un vino?�. Al instante, respondi�: �Poco bebo y cuando lo hago me lo pago yo�.

Por mi cabeza circulaban mil y una preguntas, y le interpel�: ��Qu� desea entonces?�. Al momento, contest�: ��Hablar!, hace m�s de un siglo que no hablo con nadie�. Le sonsaqu� si contaba con familia y contest� que ten�a tres hijos y cuatro nietos. �M�s vale no hablar�; y, con la vejez, pierde uno hasta los buenos amigos�, concluy� diciendo.

He le�do poco y me han contado algunas cosas sobre los ancianos. All� se encontraba una de esas criaturas solitarias, un semejante que s�lo solicitaba �hablar��y una cerilla que no se la pude dar. Verdaderamente era alguien que estaba mendigando humanidad; bueno�, s� era realmente un ser que estaba solo.

Me arrepent� despu�s de no haber estado m�s tiempo con �l-ahora que est� de moda no arrepentirse de nada (ni los pol�ticos cuando mienten o se equivocan, ni los economistas cuando yerran en sus pron�sticos�)-, con su soledad y sus miedos, su aislamiento�, que ser� el que uno tendr� a pocos a�os vista, si la sociedad en la que estamos inmersos no cambia sus costumbres deshumanizadas.



John Donne, poeta ingl�s, dej� escrito: �(...) La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente nunca hagas preguntar por qui�n doblan las campanas; doblan por ti�. Por esta raz�n, por tantas muertes acaecidas como consecuencias de hambres, guerras, violaciones, terrorismos... los espa�oles (los ciudadanos del mundo entero) nos hemos acostumbrado a no preguntar nada acerca de las campanas.





La Coru�a, 8 de junio de 2010

Mariano Cabrero es escritor

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